domingo, 1 de noviembre de 2020

Reflexión sobre las bienaventuranzas.


Este es un tema, sin duda, es uno de los ejes temáticos que nos presenta la teología de Mateo.

Permítame primero contextualizar el fragmento de las bienaventuranzas, dentro del contenido del primer discurso que registra Mateo, de los cinco sermones que encontramos en su evangelio.  De tal manera; que el fragmento de las bienaventuranzas hace parte del discurso conocido como el sermón del monte, bautizado así, por muchos teólogos y biblistas.

No podemos perder de óptica que este discurso, ha sido en la historia una herramienta de catequesis y al mismo tiempo influenciado en luchas sociales y logros alcanzados como sucedió con Gandhi en la india en su revolución pacifica y Martin Luther King, pastor pacifista y luchador por los derechos civiles de las negritudes en EEUU.

En ese sentido, el conjunto del sermón del monte, tiene una riqueza y profundidad que nos debe llevar a explorarlo y aplicarlo contantemente en nuestras vidas.

A quienes va dirigido las bienaventuranzas.

El discurso tiene dos audiencias, en el versículo uno habla de las multitudes ( ver 1), pero en el mismo versículo; menciona los discípulos que se acercan, este dato, no puede pasar a la ligera, ya que estos dos grupos, están relacionados, con el compromiso, que se adquiere por la gracia en el Señor.

Durante el ministerio del Señor, encontramos tres grupos de personas, con las cuales ÉL se relacionó, las multitudes, en las cuales desarrollo su enfoque ministerial, donde se manifiestan los milagros, sanidades y también vemos a los discípulos, que incluso en un sentido amplio, de allí llamo a los apóstoles y el último grupo, los líderes religiosos, con los cuales tenia grandes confrontaciones.

En el caso que nos ocupa, encontramos que el mensaje alcanza a  las multitudes y discípulos, para Mateo, al evocar la multitud, nos está direccionando al caminar de Israel en el desierto y nos recuerda que igual que ellos, nosotros somos caminantes de la fe, siendo el pueblo que tiene la esperanza puesta en su Señor.

Ahora bien; Es muy importante para la teología de Mateo, dejar claro que el Señor Jesús; así como Moisés en el monte de Sinaí, recibió la ley, para enseñarla al pueblo de Israel, Jesús, el nuevo Moisés, está transmitiendo la enseñanza, que no es otra ley, sino la praxis de esta, pero ahora desde la enseñanza de Jesús, verdadero Dios y Mesías.

No podemos avanzar en el análisis de texto, sin recordar la tradición de los maestros, ellos se sentaban y de esa misma manera Mateo, no deja escapar ese importante detalle, ya que lo que nos quiere mostrar es a Jesús, como el maestro de la nueva ley, lo que en la teología reformada, entendemos como el pacto de gracia.

 

Las nueve bienaventuranzas, son sin duda; una de las características de los ciudadanos del Reino de Dios, en el capitulo cuatro de Mateo, nos presenta a Jesús, predicando el evangelio del reino de Dios (Mateo 4:24), por lo tanto; no solo en esta dimensión del Reino, Jesús habla de la manifestación de Dios, sino que en los capítulos cinco al Siete, menciona la conducta de los habitantes del reino de los cielos.

La lista de los bienaventurados está clara y cuidadosamente relacionada, empieza mencionado a los pobres en espíritu, los que lloran, los mansos, los que tiene hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio corazón, los pacificadores y los que son perseguidos por causa de la justicia. (Ver 3-11).

Esta lista la debemos ubicarla en contexto, pero a la vez, pensar en la transcendencia que tiene, si tomamos cada una de las declaraciones y las llevamos en un ambiente social, eclesiástico e incluso familiar, podemos percibir en ellas, que estamos hablando de una persona que tiene una vida centrada en un principio muy alto y no en sus propias iniciativas.

Es precisamente esto lo que hace que la bienaventuranza, no pueda ser leída desde nuestras propias fuerzas, como lo mencionó el reformador Lutero, quien las comparo, a la ley de Moisés, como máximas del reino, que tenían como fin, mostrar la limitación del hombre pecador, para cumplir las exigentes y justas demandas del Dios santo.

Nace aquí, una reflexión que tiene que ver con el peregrinaje de la Iglesia, somos el pueblo que se alimenta en la Palabra, que es verbo en la persona de Jesucristo como lo define la teología Juanina, y que a la vez, nos muestra la limitación humana, en la cual se perfecciona la gloria de Dios.

Ahora, el insumo de hablar de una comunidad podre de espíritu, es paralelamente, lo contrario de lo que era, la autosuficiencia de la religión judía para aquellos días. Recordemos que los que están allí, es una comunidad que al escuchar la enseñanza de Jesús, el que viene de Galilea, el que no es de la capital religiosa e histórica como Jerusalén, hace que la enseñanza, tenga una relevancia diferente de las escuelas sacerdotales de la Jerusalén, donde la comercialización de la fe, es algo que Jesús tendrá que confrontar posteriormente, como lo muestra el mismo Mateo en el capitulo 21.

Las podres en espíritu serán dueños del reino, sin duda Mateo, tiene la habilidad de hacer un paralelismo, sin mencionar la historia de los pobres de Israel que vivián en Egipto y que el Señor los condujo por el desierto, para darles la tierra que fluye leche y miel. Ahora bien, en el hoy, en la realidad que vivimos, estos pobres, son los que podemos encontrarlos, en aquellos que esperan de Dios la transformación de su realidad.

En ese sentido; la pobreza de espíritu es la que el Señor atiende y restaurara en los que esperan su obra transformadora. En los que hoy, como muchas familias del pueblo de Dios, espera un milagro del Señor, una oportunidad, para que su dolor y a veces hasta miseria, sea cambiada por la riqueza de Dios en sus vidas.

Pero luego, la enseñanza del Señor va a mencionar a los que lloran, en un contexto de dolor, de desarraigo, de discriminación y humillación, ya que la biblia, nos narra historias escalofriantes injusticia, que han llevado a personas a perder la esperanza en la vida y en el peor de los casos, donde el deseo de morir es la mejor opción que se encuentra.

El llanto, como lenguaje del dolor, como la voz, que no tiene contenido fonético, pero que exclama en los mejores términos, el sufrimiento y que a la vez, no se puede contener ante las fuerzas que le agobian. Es interesante, analizar este tema del dolor, más desde una perspectiva bíblica y una lectura de la fe.

Los que lloran hoy en la aldea terrestre son muchos, los casos de injusticia, la pobreza mental y social que agobia los pueblos en desarrollo, las luchas por igualdad, el no permitir que hallan ciudadanos de primera, segunda, tercera, cuarta y quinta categoría, el deseo de ser vistos todos por igual, donde la diferencia no se vea extraña, pero sobre todo, el poder vivir en una sociedad, donde el amor y temor a Dios, se conviertan en principios inquebrantables, son los que nos presenta esta bienaventuranza.

Es verdad, nosotros los latinos hemos llorado, hemos visto como en el caso de Colombia, los campesinos han sido desplazados por los violentos,  para apoderarse de la tierra, como el medio ambiente ha sido destruido, por compañías que explotan el petróleo, el oro, la esmeralda, y no importa contaminar los ríos que nutren a grandes extensiones de tierra fértil para la agricultura y en el peor de los casos, los que han llorado y pedido ser escuchados, como el malvado Acad, bajo influencia de Jezabel, a ellos también los han asesinado para que no reclamen lo que es de ellos.

Dios, en su gran sabiduría, tiene michas formas de tratar con su pueblo y con las naciones, esta pandemia, ha mostrado que somos frágiles y temporales, y que nuestro prójimo, soy yo mismo, que lo que le afecta a Él, me afecta a mi también y que la solidaridad y amor, es lo que en Dios, nos permite estar de pie, ante los desafíos que estamos viviendo y que se seguirán presentando en la vida.

Ahora, el Señor le habla a los que lloran y les dice, que ellos son consolados, Pablo, habla del Dios de toda consolación, que nos consuela a nosotros, para que nosotros podamos consolar a otros. Dios nos ayude a llorar para poder experimentar el consuelo de Dios.

Ahora los mansos, hacen parte de los bienaventurados, no es una ocurrencia de la redacción de Mateo, que este en el tercer lugar, la furia de la inconformidad ante las luchas de la vida, puede llevar a los hombres y mujeres a rebelarse y caer en el deseo de cambiar las situaciones por sus propias fuerzas.

Esa fue la experiencia que vivió Moisés, ante la injusticia de un egipcio, que golpeaba a su hermano hebreo, su falta de dominio propio, la falta de sabiduría y prudencia en la crisis, llevo a que asesinara al egipcio, pero que no fue comprendido por sus hermanos hebreos. Dios se glorifica en su pueblo, pero no a la manera nuestra, Él en su soberanía, tiene cada situación bajo la lupa y en cada una de ellas se va a glorificar.

Los mansos, son los que pueden descansar en medio de la prueba en la esperanza que Dios hará justicia, los soberbios son los que toman la iniciativa, sin depender del Señor. Los mansos, son los que antes de levantar su queja justa ante los hombres, van al oportuno socorro que es el Dios que les brinda la fuerza para poder sostenerse en la gracia del Señor.

No son los valientes guerreros que poseerán la tierra, el profeta dice, decidle al justo que bien le ira y que comerá el bien de la tierra, son los que anteponen sus capacidades, para reconocer que no es con la fuerza de la espada y del jinete que se gana la batalla, sino que es por la obra del Señor. Son los mansos los que poseerán la tierra, gloria a Dios.

Los mansos, son los que pueden convivir en sociedad, que ante las diferencias pueden aprender a encontrar el punto de encuentro e incluso, son los que tienen a los demás, como superiores a ellos mismo como lo enseña el apóstol Pablo. Los ciudadanos del reino, estamos llamados a ser de dóciles, que no seamos un pueblo de dura servir, sino que nuestro cuello, sea fácilmente quebrado.

Luego entonces el mensaje describe a los que tiene hambre y sed de Justicia, podemos pensar un momento en la implicación de la justicia, la cual hablando humanamente tiene muchos vacíos, ya que lo que es justo para mí, puede ser injusto para el otro, pero tenemos que ver esta hambre de justicia como un bien común, para Calvino, esta justicia, solo puede ser alcanzada, por la obra redentora de Jesucristo en la cruz del calvario.

Pero, de ninguna manera, podemos dejar a un lado, que la justicia que esperamos es la que hace que brille la esperanza en tiempos de la desesperanza, es por ello, que, en todas las naciones, uno de los anhelos de toda sociedad civilizada, es que en sus comunidades brille la justicia, con equidad social.

Entendiendo, que humanamente no hay justo ni aun uno, pero la justicia que se proclama desde las bienaventuranzas es el resultado de la presencia transformadora de Dios, entendiendo que en los tiempos finales, el Señor traerá la justicia, en los cielos y tierra nueva, donde mora la justicia, gloria al Señor.

Ahora bien, la pregunta que nos debemos realizar es ¿cómo podemos los hijos de Dios, ayudar en aquellas causas que contribuyan a la transformación de la sociedad? En este sentido la iglesia Presbiteriana descansa en sus postulados reformados, recordamos que somos una iglesia, que contantemente esta buscando la reforma, ya que el espíritu de ella, nos lleva a mirar de manera profética, los desafíos que se presentan en nuestros entornos.

Somos el pueblo que encuentra respuesta a la vida, desde lo que el Señor nos ha dado por gracia en la cruz del calvario, a la vez, nos adentramos en un continuo mover del reino, construyendo comunidad desde los redimidos, que han alcanzado la misericordia del Señor. Es por ello, que la justicia que anhelamos, tenemos la oportunidad en la gracia del Señor, de llevarla a la práctica, por medio de la iglesia, que como la llamo Kart Barth, es la primicia de la sociedad que el Señor perfeccionará.

Por lo anteriormente dicho; como cristianos y discípulos, igual que aquellos que en el monte escuchaban las palabras del Señor, nos corresponde, esforzarnos en la gracia de Dios, en sembrar actos de justicia, que glorifiquen al Padre eterno en todas las cosas.

Los discípulos así lo entendieron, es por ello que, en el libro de los hechos, los encontramos desde su brazo diaconal, buscando suplir las necesidades de los que pasaban necesidades e incluso, cuando las viudas helenistas eran desatendidas, ellos rápidamente buscaron la solución al problema, nombrando aquellos hombres que los hemos llamados diáconos, sin dejar los apóstoles de orar y predicar la palabra de Dios.

En ese sentido, los que aplican la justicia, deberán entender la misericordia de Dios, porque la una, esta unida a la otra, cuando buscamos justicia, tenemos que ver la misericordia unida a ella, desde una teología de la salvación, ante la culpabilidad del hombre, solo queda que el juez y Señor, extienda su misericordia, porque de lo contrario, no existiría la posibilidad que nadie pueda estar de pie ante ÉL.

Es esa misericordia, la que el Señor proclama en las bienaventuranzas, y que esta unida a los que tienen hambre de justicia, pero que también se entrelaza y de manera magistral así lo hace Mateo, al configurar tres bienaventuranzas, como es la lucha por la justicia, con la misericordia y el corazón limpio.

Aquí amados hermanos, nos encontramos con la praxis del cristianismo, estamos llamados a ser justos, y para que se pueda sembrar justicia, se debe comprender la magnitud de la misericordia de Dios, porque solo, cuando comprendemos cuan grande a sido ella, con nosotros, podemos entender que de la misma manera la debo dar a los que están pasando dificultad o incluso, aquellos con los cuales nos hemos encontrado en contravía en el camino de la salvación y si podemos trabajar para ser justos en Cristo y a la vez, ser misericordiosos, entonces este es un signo de lo que Dios ha venido obrando en el corazón de su pueblo.

Que hermosa es esta triada, ya que con la aplicabilidad de la misma, podemos ver hogares estables en sus relaciones, iglesias unidas en el propósito con el cual el Señor les ha colocado y entonces el modelo, nos llevará a vivir con un corazón que Dios limpia por medio de la palabra.

Una de las luchas que todos vivimos es aprender a mirar a Cristo en el otro, podemos como iglesia, pensar solo en nosotros, o en los que son de nuestra fe y gusto, está Cristo, pero realmente, ante la dimensión del llamado, ante la multitud que esta allí escuchando la enseñanza, en el caso del sermón del monte, necesariamente nos traslada a aquellos, que aun, como nos pasaba a nosotros, están en la oscuridad del pecado (Entendiendo que todos somos pecadores), pero que necesitan conocer la justicia de Dios, que obra en su gran misericordia.

 

Ahora, concluyen las bienaventuranzas, con tres aspectos importantes en los que sirven a Dios, el compromiso de luchar por la justicia, entendiendo esta justicia desde le mismo mensaje del evangelio, nos lleva a tener el rol de ser llamados pacificadores, esa es una de las tareas sacerdotales, comprender que en las diferencias, los que tienen a Cristo, en vez, de alimentar la diferencia, se esfuerza por encontrar el punto de encuentro, en la diferencia, los que trabajan por la justicia, están llamados a ser pacificadores del Reino.

Pero, es aquí, donde nace un problema, que los que han seguido a Cristo como Señor y salvador y buscan ser transformadores por medio del mensaje del reino de los cielos, tendrán que necesariamente enfrentar luchas, las cuales dice el pasaje, es enfrentar las persecuciones, las cuales, son generadas por ser punto de referencia y buscar la armonía en las relaciones de las personas, con Dios y entre ellas mismas.

Pero, dice el pasaje, que es bienaventurado el que padece, por causa de la justicia de Dios y advierte el texto, que será grande el galardón de los que han asumido el servicio al reino de los cielos.

Al aplicar las bienaventuranzas en este tiempo y ante la emergencia sanitaria que viven las naciones producida por esta pandemia, podemos sacar las siguientes conclusiones.

Primero, los hijos de Dios, que hemos asumido por la gracia del Señor ser discípulos de Jesucristo, debemos mantener esa mentalidad de pobreza de espíritu, con el fin de estar siempre listos para aprender y dejarnos direccionar por el Señor en la Palabra de Dios.

Lo segundo, solo podemos ser agentes de transformación, cuando hemos sido transformados, en ese orden de ideas, solo en Cristo, obtenemos entender el llanto de los que sufren y movernos en la misericordia, implorándola para ellos.

Solo en Cristo, comprendemos a los que anhelan justicia, porque nosotros hemos experimentado la justicia del Señor y solo en Cristo, podemos enfrentar las luchas que nos vienen, porque en ÉL somos fortalecidos.